Escucha el rumor del mar, arbolito
estamos aquí sentados
observando ese océano.
La mar está bravía.
Las olas azotan el acantilado.
Mas por muy portentoso que suene el mar
por muy fuerte que truenen los cielos,
el acantilado siempre perdura.
Acantilado resiliente ante los elementos,
impertérrito ante los embates
Guardián de tierra adentro.
La misma fortaleza está en tu cuerpo
está en tu mente.
Aunque a veces no te acuerdes,
siempre está presente.
Y sé consciente de lo siguiente:
nunca has estado sola.
Ni nunca lo estarás.
A tu lado te acompañan
tus amigo y amado.
Y no tengas miedo.
Un frijolito siempre sonríe.
Hay personas de las que no se sabe qué esperar,
así como algunas con las que siempre acertarás.
Y ese tiempo de largas conversaciones
que nos hemos ido descubriendo,
mostrando quienes somos
como también el qué queremos.
Descubrir lo querido, lo anhelado,
perplejo al haberlo encontrado
sin dudarlo, un anillo preparado
atesorado, en el corazón sentido.
La luz irradia tu figura,
regalo el conocernos
curioso el pasado coincidente.
Realidades y destinos convergentes.
Permite que te ofrezca mi mano,
tierna dama, nos acompañamos en el sendero.
Reconozco tu fortaleza y corazón.
Habiendo aceptado este ofrecimiento,
también me habrás ofrecido tu mano.
Juntos por el sendero bien apoyados.
Si uno flaquea, el otro refuerza.
Ambos caminando al mismo paso,
las palmas firmes y preparadas
para levantarnos si es necesario.
La suma de dos que resulta tres.